Mensaje Mensual de Nuestra Madre Amantísima para todos sus Hijos

Agosto 13, 2007

           

“Mis pequeñas criaturas, ¡qué esfuerzos pequeños Míos se necesitan para llegar a este pequeño lugar que vosotros con vuestras presencias engrandecéis y engrandecen el corazón de vuestra Madre!  ¡Cuánto sufrimiento os traigo cuando vengo  pero también cuantas bendiciones!  ¡Cuantas bendiciones del Bien Amado para cada uno de vosotros!

  Recordad que es el Espíritu Divino quien hace que vuestra Madre aparezca, vosotros no Lo veis como no veis el viento, como no lo sentís, como no lo podéis tocar.  Ella está con cada uno de Sus hijos; aquellos que verdaderamente La honran y no La ofenden.

  Hoy, os traigo un Mensaje especial.  Vosotros tenéis que vivir la fe del Bien Amado, ese que en la Cruz y cargando Su Cruz, cargó con todos los pecados de cada uno de vosotros.  Vosotros no sabéis lo que significa una aparición, el sacrificio que el Espíritu de Verdad hace hacer a la pequeña criatura [Rosa].  Vosotros venís buscando esa fe que desde el fondo de vuestros corazones ha sembrado el Bien Amado en cada uno de vosotros.  La fe es aquello que no se ve pero que se espera.  Es a través de la fe y no de la obediencia que cada ser humano no habla por la obligación de callar para no lastimar, para no ofender a otras criaturas que verdaderamente no se acercan a Jesús a través de vuestra Madre.

  Nadie ha visto, jamás al Padre Celestial, nadie, ni siquiera los grandes profetas de la antigüedad, es a través de revelaciones internas que sale gimiendo desde su interior [de los visionarios] hasta salir por la boca y poder comunicar el Mensaje que os traigo.  En esa misma forma los grandes profetas de la antigüedad tenían la fe de que Aquel que los sacó de la esclavitud en que los tenían a través de todo el desierto, pero que muchos se quedaron, sólo cuatro, llegaron a la Tierra Prometida por la fe.  Los demás que se quedaron en el camino no tenían fe para llegar ni creían en nada de lo que Moisés les explicaba a cada uno en cada momento. 

La fe, pequeños Míos, es algo tan maravilloso e intocable que sentís en vuestros corazones para que Dios pueda revelarse a cada uno de vosotros en el momento que esté preparada la venida del Salvador de la humanidad; de esta humanidad apóstata, incrédula, maligna, que deja penetrar sus corazones por la cabeza de los siete cuernos, ese que engendra en cada uno de vosotros la envidia, la maldad, la ambición y la falta de caridad.  Aquel que no tiene fe no pudo tener caridad.  Sólo al que tiene fe se le ha dado también el don de la caridad para poder llevar a cada uno de aquellos desposeídos, no por Dios sino por el hombre que siembra el hambre, la injusticia, las enfermedades fabricadas en laboratorios para dejar indefensas a las criaturas que Dios ha creado.

Un día dijo Dios:  “Me arrepiento de haber hecho a estos hombres tan llenos de indiferencia, tan llenos de poca fe, tan llenos de maldad, que son capaces en cuarenta días de  fabricar un becerro y adorarlo como si fuera el Mismo Dios.”

Hoy, Dios se revela en todas partes del mundo, en todas partes manda a la gran Evangelizadora que es vuestra Madre Celestial a la que muchos odian, desprecian, ofenden, lastiman, como lastiman a la propia Iglesia que son cada uno de vosotros. 

Cuando vosotros recibís el bautizo, se convertís en santuario del Mismo Dios.

Vosotros vivís momentos  de apostasía difíciles,  de aquellos que se alejan verdaderamente del Camino que Jesús vino a traer a través de Su Vida, de Su Pasión, de Su Muerte, Muerte vil en la Cruz, traicionado por aquellos que lo seguían y veían Sus milagros.  Los milagros que hoy, pequeñas criaturas, sin conocimiento de las Leyes Divinas, son capaces que a través de Sus manos y de Sus oraciones servir de instrumento para que muchas personas reciban sanación.  Para que cada uno de vosotros que viene a recoger lo que vuestra Madre os traiga tenga que tener fe, la fe en creer en aquello que no se ve.  Sé que muchos están pendientes de la pequeña [Rosa].  Cierren sus ojos, llenen sus corazones de esa fe y sentid que a vuestro lado esta vuestro Amado Jesús esperando que vosotros os recostéis en su regazo para que Él os pueda dar lo que traen en cada uno de sus corazones.

 Cuando vosotros queráis que vuestro Padre Celestial os escuche, cerrad vuestros ojos e imaginad que Jesús esta allí sentado a vuestro lado y que vosotros ponéis vuestras cabezas en Sus rodillas y que Él os tocará vuestras cabezas impartiéndoos la sanación y la bendición que vosotros esperáis.  Os digo, la esperanza es esperar que Dios haga el milagro de sanación de los que están enfermos, la esperanza de sacarse una cantidad de denarios con la que vosotros podréis pagar vuestras situaciones críticas que tenéis.  La esperanza es esperar que un día Jesús llegue y con Sus Manos abiertas reciba todo los corazones arrepentidos de cada uno de Sus hijos y volviendo los ojos a Él, regresen al Santísimo Sacramento del Altar donde verdaderamente está Él, en ese pequeñito Pan.  La esperanza de que todos los pastores que el Bien Amado cobija en los santuarios se regocijen dando a cada una de Sus ovejas la Sagrada Eucaristía de rodillas, después de haberse confesado con ese pastor que os dejé para interceder por cada uno de vosotros. 

Arrodillaos, humillaos, sed humildes, confesad y comulgad en vuestras bocas y no en vuestras manos porque si vosotros a pesar de que vuestra Madre lo viene diciendo en todas partes del mundo no os arrepentís de tomar en vuestras manos que vienen llenas del pecado del mamón del mundo seguirá Dios, que es Jesús, derramando Su Justicia en la tierra, en la naturaleza y en los mismos santuarios donde están los pastores que debieran honrar ese Cuerpo y esta Sangre y la están profanando dándosela a sus siervos en la mano como si fuera un pedazo de galleta o de pan. 

Os advierto, como he venido haciéndolo todo este tiempo, se manifestará la malignidad en aeroplanos interrumpiendo vuelos a través de ese pequeño aparato que muchas veces es quien guía a esos pájaros que vuelan mientras ellos duermen y descansan. Serán interrumpidas, como vosotros las llamáis, aquellas grandes computadoras de aeroplanos, de trenes, de autobuses, de túneles donde transitan Mis pequeños para causar destrucción y muerte en la sociedad del mundo por la desobediencia, sólo por la desobediencia, del hombre al no querer volver al Antiguo Ritual de la Misa donde verdaderamente se honra el Cuerpo y la Sangre del Bien Amado en el Altar.  Sacrificaos, doblad rodillas ante Él; si no, vuestra Madre Amantísima seguirá andando en otras partes donde escuchéis el Mensaje lo compartáis con otras personas o lo llevéis a vuestros hogares y enseñéis a vuestros hijos a respetar la Ley Divina.

Yo os dejo ahora, pero antes os advierto que vendrán grandes acontecimientos para la humanidad.  Arriba no hay hora ni tiempo, ni noche ni día y como un ladrón en la noche, vendrá el Bien Amado y os tocará en vuestros corazones para que al abrirlos Él pueda entrar. Recordad que si vosotros no abrís vuestros corazones jamás podrán ver el Rostro de Jesús en ninguna parte, ni siquiera Sus elegidos para llevar esa Palabra a través de las Sagradas Escrituras. 

Cuando la pequeña [Rosa] deje de sentir la presencia de vuestra Madre y terminéis el Rosario, os enseñará lo que dice el Bien Amado para estos Últimos Tiempos que vosotros estáis presenciando en la única Iglesia que dejó el Señor cuando dijo a los apóstoles en el Pentecostés a los cuarenta días de haberse elevado os dijo: “Id por el mundo, haced Iglesia y evangelizad.  Imponed vuestras manos a los enfermos y en Mi Nombre, ellos recibirán sanación si tenéis fe.” 

Os bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.  Amen.”